sábado, 1 de agosto de 2009

continuación "Tranca que estuve ahi"

Pasaban los minutos ahí en la tranca y Manu decide hacer otra excursión en búsqueda de algún dato valido. O probablemente valido. La ruta estaba cubierta de micros quietos, y asomándose a uno de ellos comprobó que pasajeros ocupaban la mayoría de sus butacas, todos durmiendo o mirando placidamente por la ventana el destino tocado en suerte. Así, en una nueva excursión contemplamos también dentro de otros micros el mismo panorama. Nos preguntábamos cuanto hacia que esa gente dormía (o permanecía) ahí dentro. Seguramente algunas horas. De pronto surgió en la calle movimiento, vemos un grupo de gente corriendo y luces atrás. Era un micro, que se aproximaba como un milagro, con dos choferes que no parecían borrachos , se detuvo delante nuestro. Nos acercamos y oh! mala noticia luego de la ilusión. No era el nuestro. No obstante, nos alegramos por algunos compañeros de tranca que lograron subir. Al rato llego por fin “nuestro” micro. Tanto lo habíamos esperado que ya nos sentíamos con derecho de poseerlo. Después de mucho ajetreo logramos subir. Ya arriba, nos asombramos de que se había habilitado, a falta de asientos para tantos pasajeros, el pasillo del micro y la bodega, al lado de nuestras mochilas y los bolsos. Manu cedió su asiento a una mujer con un bebe, ya que ningún otro hombre amago a levantarse. Y, así, viajó participando de la cama india que se había improvisado en el pasillo, apoyando su espalda en las piernas de una chola, esta a su vez, apoyada en otras piernas y así se completaba la fila de punta a punta. No cabía un alfiler, como se dice en casos así. Cuando se apagaron las luces, a manu se le ocurrió preguntar la hora a un vecino de asiento y nos miró sorprendido por la respuesta. El micro hacia su entrada en la ruta hacia La Paz solo unos minutos después del horario estipulado en el boleto. A pesar de todo, habíamos tenido suerte... continuará

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